Siempre hemos sabido que, según nuestro carácter o personalidad, las personas podíamos tener la virtud de la inteligencia emocional más o menos desarrollada, al igual que la inteligencia racional. Esta última, ha sido entrenada y renovada desde tiempos inmemoriales, pero si hablamos de la emocional, nos damos cuenta de que siempre ha existido inherente a nosotros, y jamás hemos sentido la necesidad básica de impulsar un mayor aprendizaje y desarrollo de la misma.
Una investigación llevada a cabo por un equipo del área de psicología de la Universidad de Jaén, y presidida por la profesora Esther López Zafra – con quien contamos la semana pasada en Aula Abierta- , aúna psicología e inteligencia emocional, con el fin principal de intervenir en trastornos psicológicos de determinados sectores, y así lograr aumentar las capacidades sensitivas y emocionales de dichos colectivos.
Esther López, nos introdujo a la investigación, explicando que el método consistía en “comprobar de qué manera o qué papel cumple la inteligencia emocional en la sensación de bienestar tanto psicológico como físico para un mejor funcionamiento humano” y que por tanto, “las personas con más inteligencia emocional, además podrían afrontar mejor las situaciones de estrés, solucionar problemas, sentirse mucho mejor, etc.”. De esta manera, la inteligencia emocional actúa de mediadora para que el bienestar se produzca.
La investigación ha llegado a su fase aplicativa, ya que hoy por hoy, se están empezando a llevar a cabo diversos métodos diseñados por los creadores de este proyecto, por ejemplo en presos de violencia de género, o personas dedicadas al sector educativo. Éstos, elegidos por categorizarse como grupos que sufren un alto grado de estrés.
Los resultados, además, -según nos contó Esther-, están siendo ampliamente positivos, ya que han sido denotadas con cierta rapidez las mejoras de estos grupos, incrementando su nivel de bienestar y entendimiento personal.